¿Quién es Kenneth Wapnick?
En alguna ocasión se le ha pedido a Kenneth Wapnick publicar su biografía, a lo que siempre responde que Helen Schucman (escriba de Un Curso de Milagros, así como su colega y amiga) una vez le pidió que escribiera una autobiografía, y así lo hizo, para más tarde decidir que no había motivos para publicarla. En ese momento él simplemente dijo: «Nosotros (refiriéndose a él y a su esposa Gloria) no somos importantes.» Entendiendo que lo que estaba diciendo es que «nosotros no somos especiales». No obstante, creo que es importante que exista información precisa acerca de su persona, ya que es una figura prominente en el entorno del Curso.
De vez en cuando, ya que parece apropiado en relación a alguno de sus libros acerca de Un Curso de Milagros, Ken ha escrito algunos relatos de su vida personal y el camino espiritual (lo escrito a continuación procede de su «Ausencia de Felicidad»). Además, él y Gloria han permitido ser entrevistados, y los contenidos de dichas entrevistas publicados.
Mientras que Ken es incapaz de verse a sí mismo como una persona «importante», en opinión de todos los estudiantes del Curso, lo más destacable acerca de él, es su sinceridad y dedicación continua a Jesús y a sus enseñanzas. Esta dedicación le ha exigido ser a la vez escritor y profesor, y le ha conducido a una relevancia pública, que seguramente nunca buscó y que le habría horrorizado en caso de contemplarlo en sus años de juventud, antes de encontrarse con Un Curso de Milagros. Ahora es claramente la principal autoridad en lo referente al Curso, y el autor que más ampliamente ha escrito sobre el mismo.
Kenneth Wapnick obtuvo su doctorado en Psicología Clínica en la Universidad de Adelphi en 1968. Fue amigo íntimo y socio de Helen Schucman y William Thetford (ambos psicólogos), las dos personas cuya unión de común acuerdo fue el estímulo inmediato para que Helen se convirtiese en la escriba de Un Curso de Milagros.
Criado en un hogar judío y educado durante los primeros ocho grados en una escuela parroquial hebrea llamada una Yeshivah, había dejado atrás a Dios y al Judaísmo a la edad de trece años, determinado a jamás pensar nuevamente en asuntos religiosos. Siguió un largo periodo de agnosticismo, asociado a un creciente y apasionado amor por la música clásica, con Beethoven y Mozart a la cabeza de su panteón de guías que le conducían aún más profundamente a unas experiencias internas, que, como según él mismo afirma, en su ignorancia durante aquel periodo, escasamente habría llamado espirituales.
Este periodo incluyó sus estudios de posgrado y, sorprendentemente, una disertación doctoral sobre Santa Teresa de Ávila, la famosa mística española del siglo XVI.
Una par de años más tarde (1970), tras la ruptura de su primer matrimonio, Dios «hizo su aparición» (como él mismo relata). Comenzó a sentir una Presencia personal que estaba detrás de las experiencias «no espirituales». Dos años más tarde, después de una cadena de experiencias, se encontró visitando un monasterio trapense, la Abadía de Getsemaní en Kentucky, muy inesperadamente sintiéndose totalmente «en casa».
El paso de su vida ahora parecía acelerarse notablemente. Decidió, mientras estaba en el monasterio, que era la Voluntad de Dios que se convirtiese en monje trapense, así como en católico romano, aunque él no tenía interés alguno en la Iglesia, ni tampoco ningún interés consciente en Jesús, su figura central. A manera de preparación para ingresar en el monasterio –la ley de la Iglesia decretó que debía esperar un año- decidió renunciar a su trabajo. Sintió que debía pasar parte de aquel año en Israel, arreglándolo todo para partir poco tiempo después.
Tras su bautismo, en septiembre de 1972, Kenneth conoció al padre Michael, psicólogo que había realizado parte de su posgrado bajo la supervisión de William Thetford y Helen Schucman en el Instituto Psiquiátrico, que forma parte del Centro Médico Presbiteriano Columbia. Ellos tres se hicieron buenos amigos, y Michael era una de las muy, muy pocas personas con quienes Helen y Bill compartían Un Curso de Milagros, aun cuando éste se encontraba todavía en proceso de dictado.
Conoció a Helen la noche del 25 de noviembre de 1972, poco antes de su viaje a Israel, gracias a un encuentro concertado por el padre Michael en casa de William Thetford. Finalizó la velada «y sentí que acababa de conocer a dos personas muy santas, aunque obviamente no podía haber reconocido la importancia que habrían de tener en mi vida» (de Ausencia de Felicidad). Aquella misma noche, concluida ya la velada con Helen y Bill, el padre Michael le ofreció una copia del «libro de Helen» para que la revisara, pero no sintió que debiera examinarlo. Durante aquella noche de insomnio, Kenneth recordó un sueño que había tenido hacía poco más de un año, en el que se encontraba junto a un grupo de personas, y entre ellas una muy sabia abogada de mediana edad que lo condujo a un lugar aparte para formularle una pregunta: «¿qué cambiaría él, de poder hacerlo, de las experiencias de su niñez?», a lo que Ken respondió que «no cambiaría nada puesto que todo fue de la manera que debía ser, que el pasado ya no importaba». En el sueño la abogada era algo así como una maestra espiritual por quien sentía un gran respeto, y cuyo respeto y aprobación él se había ganado también.
Tendido en la cama, de pronto se dio cuenta de que la abogada del sueño era Helen. Apenas la conocía, pero al llegar a este punto, ya reconocía en Helen a la poderosa presencia de una autoridad espiritual.
Unos días más tarde Ken partió hacia Israel. Durante su estancia allí, tuvo dos sueños relacionados con «el Libro de Helen». En el primero se encontraba de pie en una plataforma del metro de la ciudad de New York, caminó hacia un cubo de basura y sobre el mismo estaba lo que él sabía era un libro muy santo, pero con el cual no tenía ninguna relación. En el segundo sueño, caminaba por una playa y encontraba el mismo libro santo en la arena.
Desde Latrún, en Israel, viajó hasta Lavra Netofa, una pequeña y físicamente primitiva comunidad monástica en la cima de una montaña en la región de Galilea, desde la cual se podía contemplar una hermosa vista del extremo norte del famoso mar. Después de dos meses, y sintiéndose muy a gusto allí, decidió permanecer en la cima de aquella montaña indefinidamente. Pero antes pensó que tenía que volver a los Estados Unidos para ver a su familia, y también para visitar a Helen y Bill.
En el encuentro con Helen, y a petición de Ken, ésta le entregó sus dos secciones favoritas del libro: «pues ellos han llegado» y «elige de nuevo», las cuales fueron su introducción a Un Curso de Milagros. Leyó ávidamente, y apenas podía creer lo que estaba leyendo. Amante de Shakespeare durante mucho tiempo, estas secciones, extremadamente poéticas, eran para él igual de hermosas que cualquier otra cosa que el bardo hubiese escrito, y, sin embargo, recuerda haber exclamado a Helen y Bill que a diferencia de Shakespeare, estas palabras contenían un profundo mensaje espiritual. No podía imaginar una más sublime integración de forma y contenido, la cual igualaba en su mente la perfección del Cuarteto en do sostenido menor de Beethoven.
Kenneth ha estado relacionado con el Curso desde 1973, escribiendo, enseñando e integrando desde entonces los principios del mismo a su práctica de psicoterapia. Es miembro de la junta directiva de la Foundation For Inner Peace, publicadores originales del Curso.
En 1983, Kenneth y su esposa Gloria crearon la Foundation For a Course in Miracles, y en 1984 ésta se convirtió en un centro de enseñanza y sanación en Crompond, New York, el cual creció rápidamente.
En 1988 abrieron la Academy and Retreat Center (Academia y centro de retiros) en la región norte del estado de New York. En 1995 inauguraron el Institute for Teaching Inner Peace Through a Course in Miracles (Instituto para la enseñanza de la paz interior a través de Un Curso de Milagros), una corporación docente legalmente constituida por la New York State Board of Regents. El Instituto está bajo la égida de la Fundación, y su propósito es potenciar el entendimiento y la aplicación de los principios del Curso por medio de talleres, clases, publicaciones y medios electrónicos.
En 2001 la Fundación se trasladó a Temécula, en California, haciendo énfasis en la enseñanza electrónica. En la actualidad publica un boletín trimestral denominado «The Lighthouse» (el Faro), que puede obtenerse gratuitamente a través de su página web: www.facim.org.
EL PERDÓN POR KENNETH WAPNICK
El perdón, tal como es enseñado en Un Curso de Milagros, nos pide que nos volvamos conscientes de los sentimientos y de los juicios que emergen cuando contemplamos cada uno de esos escenarios de ataque. Nuestras reacciones nos indican las creencias que abrigamos acerca de nosotros mismos como víctimas inocentes, y nuestros juicios acerca de los verdugos.
Se nos pide que en primer lugar reconozcamos esas creencias y que entonces aprendamos a mirar más allá de las apariencias externas hacia la verdadera fuente de nuestro sufrimiento, la cual no es otra cosa sino una decisión en la mente de hacer que la separación sea real. El perdón comienza tomando responsabilidad de esta elección y de sus efectos (sentirte atacado y victimizado), sin culpar a nadie ni a nada externo a la mente.
Esto es lo que el Curso quiere decir con «…perdona al Hijo de Dios por lo que no ha hecho» (T.17.III.1:5). Cualquier ataque que se perciba, independientemente de la forma que pueda tomar, es siempre un reflejo del ataque que se ha hecho sobre nuestra Identidad como Hijo de Dios eligiendo la separación en la mente. Esto es cierto para nosotros y también lo es para cualquier otro que percibamos sufriendo a manos de otros. Aquí por “otros” entendemos ejércitos, virus, vecinos, desastres naturales, etc. Nuestra responsabilidad como estudiantes del Curso es reconocer en nosotros y en los demás el poder de la mente para elegir. Una vez que hayamos hecho eso, es posible entonces reconocer que todos podemos usar el mismo poder de la mente para hacer una elección diferente.
Mientras tanto, no neguemos nuestros pensamientos, sentimientos y juicios acerca de la situación tal como la percibimos, para poderlos llevar al Espíritu Santo, entonces nuestras mentes se liberan para ser guiadas para actuar de la manera más amorosa.
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